Era temprano, alrededor de las 10 de la mañana... Había salido de mi residencia en Suna para poder entrenar con el arma que mi padre había dejado en la Aldea. Apenas pude sostenerla aquella vez... Gracias a Dios que se utilizaba un pergamino para su invocación, el cual traía guardado. Luego de una tranquila caminata, llegué a mi destino, el Bosque. Su tranquilidad y espesura hacía difícil que alguien me encuentre. Al estar ahí, saqué de entre mis ropas el pergamino. Me arrodilé en el suelo, mientras mordía mi pulgar, y con la otra mano lo extendía. Luego de realizar un par de sellos, y ofrecer un poco de mi sangre, las Tijeras del Jardinero aparecieron ante mi. Su detalle era perfecto, su dureza, inquebrantable.
Bueno... Si quiero defender la Aldea cómo lo hizo mi padre... Tendré que dominar estas cosas...
Las tomé del mango, haciendo uso de toda mi fuerza. Levantarla era casi imposible, al hacerlo no podía sostenerla firmemente, y mis piernas temblaban. Sin pensarlo, las dirigí contra el árbol más cercando, enterándolas en éste. Su peso hizo que el árbol se fuera partiendo de a poco, hasta hacerlo caer a un lado. Las Tijeras cayeron al suelo, quedando clavadas desde la punta, enterrándose hasta la mitad.
Miré mis manos, las cuales estaban rojas de la fuerza que utilicé. Comencé a respirar agitadamente, sin darme cuenta.
Demonios... Esto me tomará mucho tiempo... Será mejor vendarme las manos...
Tomé un par de vendas, envolviendo ambas manos con varias capas de ésta, y volví a intentar blandir el arma, una y otra vez...
Bueno... Si quiero defender la Aldea cómo lo hizo mi padre... Tendré que dominar estas cosas...
Las tomé del mango, haciendo uso de toda mi fuerza. Levantarla era casi imposible, al hacerlo no podía sostenerla firmemente, y mis piernas temblaban. Sin pensarlo, las dirigí contra el árbol más cercando, enterándolas en éste. Su peso hizo que el árbol se fuera partiendo de a poco, hasta hacerlo caer a un lado. Las Tijeras cayeron al suelo, quedando clavadas desde la punta, enterrándose hasta la mitad.
Miré mis manos, las cuales estaban rojas de la fuerza que utilicé. Comencé a respirar agitadamente, sin darme cuenta.
Demonios... Esto me tomará mucho tiempo... Será mejor vendarme las manos...
Tomé un par de vendas, envolviendo ambas manos con varias capas de ésta, y volví a intentar blandir el arma, una y otra vez...